La tragedia de los muros de Zamora

Casa del Cid - Palacio Arias Gonzalo
Se llamaba Oceloduro y se miraba en el río. La corriente la cercaba con amoroso abrazo; velaba sueño y la guardaba de enemigos.
Cundo las legiones romanas hollaron con paso fuerte las tierras de la meseta, el poblado celtíbero fue espejo de sus deseos. Allí, en el borde del río macho de Castilla, plantaron sus campamentos, en el cruce de caminos que llevaban a Astúrica y a Emérita Augusta.
Desde lo alto de su roza, Zamora vio pasar oleadas de gentes y civilizaciones. Mil veces derribada y otras tantas vuelta a levantar, su espíritu alienta el calor de los caudillos que la poseyeron. Si celtíberos y romanos dejaron del signo de su tesón y constancia, los invasores bárbaros y más tarde los musulmanes, afilaron sus armas bañándolas en el ronco flujo de las aguas del Duero.
Dice el refrán: “No se ganó Zamora en una hora.” 
Sancho II de Castilla
Cada guerra, cada paso de los conquistadores, suponía una nueva reconstrucción de la ciudad. Almanzor derrocó las piedras nobles, que volvieron a levantarse una a una, y Fernando I la hizo su Corte. Toda la Edad Media vive Zamora en luchas. Sus piedras toman el color de sangre. Y hasta la cinta plateada del Duero es un alfanje afilado que siembra la muerte.
Bellido Dolfos
Cercada de murallas guarda Zamora en su interior la Casa del Cid. Allí se crio Rodrigo. De allí salió ricamente ataviado a celebrar sus bodas con la agraviada Jimena. Era la casa de los Arias Gonzalo, ayo de los hijos del rey. En ella creció Rodrigo como paje, y de aquella saliera un día para ser armado caballero en la ermita de Santiago.
Siete meses y siete días estuvo cercada Zamora por el rey Sancho. Siete meses y siete días, que terminaron con la muerte del monarca a manos de Bellido Dolfos.

 ¡Rey don Sancho, rey don Sancho!,   
no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora    
un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos,   
hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho,    
y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre,    
mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real:    
—¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido Dolfos,    
¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto,    
metiose por un postigo,
por las calles de Zamora    
va dando voces y gritos:
—Tiempo era, doña Urraca,   
de cumplir lo prometido.

Romance Cerco de Zamora

Pórtico de la Traición/Lealtad
Por el postigo de la Traición*, cercano a la puerta del Carmen, entró Bellido a la ciudad después de haber dado muerte a Sancho. Y Diego Ordoñez retó a todos los zamoranos a juicio de Dios: 
“… Ansí al grande como al chico, y al que está por nacer, y a los muertos y  a los vivos y a las aguas y los peces…” 
Respondieron al reo Arias Gonzalo y sus hijos. Y la flor de la juventud y nobleza zamorana, los tres hijos de Arias Gonzalo, hallaron la muerte a manos del mantenedor del rey.
Aguardaba doña Urraca las nuevas de la lid.
Fueron tres puñaladas en su corazón las muertes de sus valerosos paladines. Y aunque su hermano Alfonso la declarara más tarde libre y reina de la ciudad, la señora de Zamora guardó luto eterno por sus defensores y peno por la defección de Rodrigo, su compañero de juegos, ahora uno de los partidarios más decididos de su hermano Sancho.
Pero no acabo ahí la historia de Zamora. El alcázar castellano guarda entre sus muros otra leyenda heroica y cruenta, aunque menos conocida que la de Guzmán el Bueno. Alfonso López de Tejada no arrojó el puñal desde arriba de la muralla para que matara a su hijo, no pronunció una frase que se hiciera famosa, pero él y su esposa presenciaron cómo sus tres hijos, de corta edad, morirán apuñalados sin compasión.
Zamora en tiepos de la I Guerra Civil Castellana
   Pedro I                       Enrique II
Las luchas entre los partidarios de Enrique II de Castilla y los de su hermano Pedro I de Castilla habían llegado a su extremo. Era en 1331 cuando Trastámara, en compañía de su amigo Duguesclin, dio con su ejército sobre Zamora, que mantuvo pendones por el difunto Pedro. Por traición del arcediano Tenorio entraron en la ciudad los enriquistas. No pudiendo apoderarse del castillo, apresaron a los tres hijos del alcaide y los degollaron en su presencia, al negarse López de Tejada a entregar la fortaleza.
Todavía algún tiempo duró la heroica resistencia. Agotadas las provisiones, cercados hasta no poder proveerse ni de agua, cercado el río e impedidos los accesos, una noche, los escasos defensores que quedaban salieron a rastras por un portillo, ganaron la raya del río y se encaminaron a Portugal. Cuando los sitiadores se dieron cuenta ya estaban lejos. Y tomaron un castillo lleno de cadáveres, pues raros fueron los que pudieron resistir el largo asedio.
Al subir al trono Felipe V, dio orden de restaurar la primitiva fortaleza dotándola de armas modernas. Las antiguas aspilleras de los ballesteros fueron agrandadas para dar paso a las bocas de los cañones y bombardas.
Cayeron lienzos enteros y se levantaron nuevas murallas. Se cegaron y tapiaron ventanas y portillos y se abrieron nuevos huecos, que respondían a otro sistema de guerrear. El castillo se trasformó una vez más en guardián imponente de la ciudad, que se encrespa en su fortaleza, respaldada por el Duero.
Zamora
Zamora
El histórico baluarte sigue en pie desafiando siglos. Las piedras antiguas proclaman su heroísmo. La dureza de sus muros es símbolo de lealtad. Y aunque no resuenen las armas ni los tambores, ni se escuche el chirriar del puente levadizo, ni el acompasado paso de los hombres de armas, la ciudad de Rodrigo y Jimena, la del bravo Arias Gonzalo y el tesonero Alfonso López de Tejada puede ufanarse, con razón, de ser la bien cercada.
Toda la Historia de España alienta en sus muros, y en el claro espejo del río se mira airosa. Las murallas de la ciudad están amasadas con sangre castellana, y en los brillantes atardeceres el sol pinta reflejos de cobre y oro, como las ricas preseas de sus reyes y nobles, como las armas valientes de sus defensores, que hicieron de Zamora ejemplo de noble valor y lealtad.

* también conocido como el portillo de la lealtad por quienes interpretan la acción de Bellido Dolfos como un acto de lealtad hacia su reino, contra los intereses de Sancho II de Castilla.

Fuentes: 
Dramáticas historias de Castillos Medievales, Jose del Castillo Ed. G.P-Barcelona
Romance Cerco de Zamora

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